chico x-tremo
No cabe duda, me encantan los deportes “extremos”, digo, con toda la seguridad posible, porque para creo que hay una pequeña diferencia entre x-treme y pen#%$&, si fuera el caso cualquier animal podría ser considerado, o porque no darse una vueltecita a tepito a las 10 de la noche en busca de tu hada madrina. El primer paso para disfruta un deporte poco convencional es que sepas que ta kñon pero que es muy difícil que te quedes (aunque no imposible, pero bueno, en ese caso el futbol ya aplicaría con la avalancha de casos que se dieron).
Creo que el gusto nació en mi infancia, cuando era chico scout, los grandes (hay que recordar que por mucho tiempo fue el más joven de todos, digo, entre un año antes de lo permitido), pues bien, aquellos muchachos con bigote que según yo recuerdo, se veían mucho mas grandes de lo que yo aparento (aún no se si es por mi teoría de la relatividad, es decir, que yo me siento relativamente más chavo), sorry, al grano, aquellos individuos armaban lo que llamábamos tirolesa, que no es sino subirte a una montañita-árbol, amarrar una cuerda-cable de una lado y otra de otro generando una pendiente gracias a la cual puedes ir de la parte más elevada a la baja en un divertido viaje, exacto, en costa se llama canopy; por aquellos momentos nos reuníamos en uno de los lugares más maravillosos, estaba en pedregal de san francisco, y consistía de una gran bajada (la cual era maravillosa descender en patineta), un campito muy a gusto, al fondo en época de lluvias había un pantanito que nos surtió de una gran cantidad de ranitas y milagrosamente nunca nos enfermamos de nada (ay, como olvidar la cara de mi madre cuando llegábamos hechos una sopita de lodo, con 8 ranitas en una mano, desde ese momento mamá traía un plástico para transportarnos y por poco nos daba un manigerazo antes de entrar a la casa) y, lo más importante en este relato, había una gran pared de piedra volcánica la cuál nos permitía escalar y armar las mejores tirolesas que recuerdo.
Debo apelar nuevamente a mi teoría de la relatividad, pero a mis 6 años, sentía que bajar por esa cuerda a “toda velocidad” era de las cosas más divertidas, obvio el aterrizaje era tan divertido como el viaje, plaf!
Después mi hermano creció (al igual que todos, pero el antes, jajaja) y aprendió a papelear, la neta creo que ahí casi le da el infarto a mi madre cuando le apareció de repente en la cocina desde la azotea (y a mi que me tocaba intentarlo, después de todo yo era el que lo estaba ayudando:( ).
Últimamente he hecho rafting (de hecho se podría decir que ya cuento con el nivel internacional que costa y veracruz me han brindado), canopy en varias ocasiones, gotcha súper accesible y reconozcámoslo, es muy divertido reventarle una bolita en el visor a tus amigos, nada complicado (además las chicas que no les da miedo romperse una uña suben un punto y más si muestran mucha iniciativa en el combate, u know what i mean).
Creo que el gusto nació en mi infancia, cuando era chico scout, los grandes (hay que recordar que por mucho tiempo fue el más joven de todos, digo, entre un año antes de lo permitido), pues bien, aquellos muchachos con bigote que según yo recuerdo, se veían mucho mas grandes de lo que yo aparento (aún no se si es por mi teoría de la relatividad, es decir, que yo me siento relativamente más chavo), sorry, al grano, aquellos individuos armaban lo que llamábamos tirolesa, que no es sino subirte a una montañita-árbol, amarrar una cuerda-cable de una lado y otra de otro generando una pendiente gracias a la cual puedes ir de la parte más elevada a la baja en un divertido viaje, exacto, en costa se llama canopy; por aquellos momentos nos reuníamos en uno de los lugares más maravillosos, estaba en pedregal de san francisco, y consistía de una gran bajada (la cual era maravillosa descender en patineta), un campito muy a gusto, al fondo en época de lluvias había un pantanito que nos surtió de una gran cantidad de ranitas y milagrosamente nunca nos enfermamos de nada (ay, como olvidar la cara de mi madre cuando llegábamos hechos una sopita de lodo, con 8 ranitas en una mano, desde ese momento mamá traía un plástico para transportarnos y por poco nos daba un manigerazo antes de entrar a la casa) y, lo más importante en este relato, había una gran pared de piedra volcánica la cuál nos permitía escalar y armar las mejores tirolesas que recuerdo.
Debo apelar nuevamente a mi teoría de la relatividad, pero a mis 6 años, sentía que bajar por esa cuerda a “toda velocidad” era de las cosas más divertidas, obvio el aterrizaje era tan divertido como el viaje, plaf!
Después mi hermano creció (al igual que todos, pero el antes, jajaja) y aprendió a papelear, la neta creo que ahí casi le da el infarto a mi madre cuando le apareció de repente en la cocina desde la azotea (y a mi que me tocaba intentarlo, después de todo yo era el que lo estaba ayudando:( ).
Últimamente he hecho rafting (de hecho se podría decir que ya cuento con el nivel internacional que costa y veracruz me han brindado), canopy en varias ocasiones, gotcha súper accesible y reconozcámoslo, es muy divertido reventarle una bolita en el visor a tus amigos, nada complicado (además las chicas que no les da miedo romperse una uña suben un punto y más si muestran mucha iniciativa en el combate, u know what i mean).
Y ahora que sigue: después de mi frustrado intento acapulqueño (me cae que sì creì que aquella mujercita se iba a animar) y de que en Ticolandia no logramos coordinar el horario, creo que mi turno es explorar los aires, ya sea bungee o paracaidismo, así que si alguien está interesado es momento de planearlo, por supuesto que también se aceptan invitaciones al cine y a echar el drink eh.
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